Ninguno nos conformamos
sofá de la casa que él y Gonzalo tienen en
el sur de la ciudad. Desde la puerta entre-
abierta vemos el jardín con la fuentecita
amigos psiquiatras qué pastillas tomar y en
de piedra y a los niños con sus triciclos y
mañana optimista. “Saldré adelante”,
dice Patricio. “Aún tengo cosas pendien-
Distinta a las vividas a lo largo de mis casi
periódicos hablan de ello. También la tele.
ojos aceitunados, nariz judía. Un profeta
veredicto de siempre: “Son unos perver-
más pálido que de costumbre, se le aper-
marca en la frente. No hay que darles ni la
tos; después, bronquitis. Transcurrieron
todos”. ¿Todos? No sé, ¿pero Patricio? Él
tiene nombre, cara, historia. Es mi amigo,
no una cifra ni una fotografía en blanco y
fue implacable: tuberculosis, “algo más,
aún no muy claro”, informaron los doc-
tores. Hubo que hacer otros análisis. Aislar
el cuarto. Entrar con tapabocas. No besar
tos. El dolor le daba de patadas. La tris-
Patricio su muerte, o la otra, por dejarlo
cía a su lado. Pidió permiso en el trabajo.
Consuelo, la madre de Patricio, se turna-
biopsia, Patricio anunció por teléfono:
se convirtió en el tirano de Patricio. Su
tiempo comenzó a disolverse en instantes
que a veces no sabía cómo llenar de vida,
ni de disimular mi silencio posterior.
o cómo vaciar de muerte, porque su cuarto
en el hospital no era precisamente hospitalario,
“La belleza es importante, Bambina. Hay que
violencia de sus rodillas, tan abruptas en
rodearse de ella”. Entre nota y nota hablamos de
Nightingale ni los médicos lo que Hipócrates
pintura: es su debilidad. Su sueño, colgar un
deserción de amigos, la solidaridad de las
esperaba. “¿Desde cuándo es usted vicioso?”
amigas, lo frágil que es la vida. Hablamos
“¿Por qué no vive con sus padres?” “¿Con qué
frecuencia mantiene relaciones contranatura?”
hermoso, sumamente sensible. Seguro le tenía
SIDA, lo más contagioso es el miedo (“sí
Patricio amarraba el llanto, endurecía la mandí-
miedo a la oscuridad. No sé, nunca se lo he
un miedo que lleva a olvidar lealtades”),
bula, aguantaba el dolor y la humillación como
preguntado. Casi diez años de ser amigos y no
de nuestros esfuerzos por no sentirlo. De
saber esas cosas. A Patricio adulto lo conozco.
“Si se va es para morirse en su casa”.
–¿Qué se hace en estos casos, Bambina?
Perfeccionista. Leal. Cuidador de sus afectos.
¿Se atiene uno a su destino o lucha contra él?
Respetuoso de los ritos: el té los domingos, el año
“Hay dos partes en mí, una que me grita:
nuevo. Más que nada la amistad. Eterno dispuesto
corre, vete de aquí y no vuelvas nunca, y
otra que me dice: no lo abandones”.
a acompañar, a conseguir el mejor marco para un
cuadro, a vender sus cosas en los momentos de
Bactrim por día. Su estómago no soporta
crisis y alivianar así a los amigos. Su amante más
querida es la puntualidad. “Ay, Patricio, ni pare-
–El mío es la muerte de tú a tú, por
ces mexicano”, surge frecuente nuestro reclamo.
corriendo, antes de ir a su trabajo.
Cuando salió del hospital no fue directo
entender”, explica cuando nos quejamos de su
a su casa. Quiso pasar por los Viveros de
silencio. Nunca está satisfecho de su vida. En
tener náuseas, a no tolerar ni comida ni
Coyoacán. Llenarse de verdes, de barro. Lo
cuanto consigue eso buscado durante un tiempo,
acompañamos Gonzalo y yo. Por primera vez
va tras algo nuevo: un trabajo, otro proyecto, un
en varias semanas, Patricio hablaba animado.
viaje. Por él, se la pasaría viajando. “Seguro fue
“Seguro es una equivocación. En el transcurso
en Nueva York. Ese gringo que me ligué en el
de la semana me llamarán para avisarme del
Black & White. ¡Carajo! La aventura más cara de
error”. “Claro, eso es, ya verás”, mentíamos
que, cuando él muera, su voz seguirá ahí.
Sin decirle a Patricio, leemos ávidos cual-
quier noticia sobre el SIDA. ¿La peste, la plaga,
detengo agitada ante la puerta de cristal.
formados bajo los árboles, Patricio ensanchaba
epidemia maldita? ¿Castigo divino, venganza de la
Hora de visita: de tres a cuatro y media de
la nariz para dejar pasar más aire. “Eso, oxígeno
naturaleza? Ninguno lo creemos. Pero una cosa
la tarde. Son las ocho de la noche. No lo
y una buena alimentación es lo único necesario
es cierta: Patricio tiene SIDA, se va a morir. Y
pienso, entro segura, hasta Urgencias.
para combatir cualquier mal. Tal vez un poco de
nosotros, sus amigos, no podemos impedirlo. Lo
Pregunto: “Cama 106”. “Pero ahorita ya
ejercicio, cuando tenga fuerzas”. Convencido,
llamamos a diario. ¿Cómo amaneciste? ¿Qué tal
no puede subir”. “Sí, claro, gracias”. Por
se recargó más sobre mi brazo y el de Gonzalo.
pasaste la noche? ¿Sientes alguna mejoría? Pero no,
supuesto, no hago caso. Rápido, la esca-
Yo hacía esfuerzos desesperados para tragarme
el mal avanza, tal y como los médicos advirtieron.
lera. Tranquila hasta el segundo piso.
las ganas de llorar. Recosté mi cabeza sobre el
También esperamos. Vivimos pendientes.
hombro de Patricio; él y Gonzalo se miraron a
Nos metemos cada noche a la cama con la rabia y el
cia: 101–106. La cama del fondo, junto a
miedo como única cobija. Nos despertamos
la ventana. Descorro la cortina percudida.
mirando de reojo el teléfono. Patricio lo habló con
madera viejo que habíamos ido a comprar en
cada uno. A Consuelo le costó más trabajo aceptar.
bola hasta Puebla, los bancos transformados en
Por estar cerca de Patricio nos olvidamos
muerto. Tiene las manos sobre el pecho.
–Si lo decides de veras, te mueres.
jardineras, el jarrón art nouveau descubierto por
de Gonzalo. De sus temores. De sus dudas.
El rostro plácido. La palidez impregnada.
suerte en la Lagunilla. Ahora, aquí sentados,
Me coloco a su lado, le acaricio las pier-
día peso menos. Quiero ser persona todavía
arrullados por Albinoni, Patricio insiste:
taciturno. Seguido le descubro la mirada húmeda,
cuando muera. Quiero evitarnos mi agonía.
en el hospital no era precisamente hospitalario,
“La belleza es importante, Bambina. Hay que
violencia de sus rodillas, tan abruptas en
rodearse de ella”. Entre nota y nota hablamos de
Nightingale ni los médicos lo que Hipócrates
pintura: es su debilidad. Su sueño, colgar un
deserción de amigos, la solidaridad de las
esperaba. “¿Desde cuándo es usted vicioso?”
amigas, lo frágil que es la vida. Hablamos
“¿Por qué no vive con sus padres?” “¿Con qué
frecuencia mantiene relaciones contranatura?”
hermoso, sumamente sensible. Seguro le tenía
SIDA, lo más contagioso es el miedo (“sí
Patricio amarraba el llanto, endurecía la mandí-
miedo a la oscuridad. No sé, nunca se lo he
un miedo que lleva a olvidar lealtades”),
bula, aguantaba el dolor y la humillación como
preguntado. Casi diez años de ser amigos y no
de nuestros esfuerzos por no sentirlo. De
saber esas cosas. A Patricio adulto lo conozco.
“Si se va es para morirse en su casa”.
–¿Qué se hace en estos casos, Bambina?
Perfeccionista. Leal. Cuidador de sus afectos.
¿Se atiene uno a su destino o lucha contra él?
Respetuoso de los ritos: el té los domingos, el año
“Hay dos partes en mí, una que me grita:
nuevo. Más que nada la amistad. Eterno dispuesto
corre, vete de aquí y no vuelvas nunca, y
otra que me dice: no lo abandones”.
a acompañar, a conseguir el mejor marco para un
cuadro, a vender sus cosas en los momentos de
Bactrim por día. Su estómago no soporta
crisis y alivianar así a los amigos. Su amante más
querida es la puntualidad. “Ay, Patricio, ni pare-
–El mío es la muerte de tú a tú, por
ces mexicano”, surge frecuente nuestro reclamo.
corriendo, antes de ir a su trabajo.
Cuando salió del hospital no fue directo
entender”, explica cuando nos quejamos de su
a su casa. Quiso pasar por los Viveros de
silencio. Nunca está satisfecho de su vida. En
tener náuseas, a no tolerar ni comida ni
Coyoacán. Llenarse de verdes, de barro. Lo
cuanto consigue eso buscado durante un tiempo,
acompañamos Gonzalo y yo. Por primera vez
va tras algo nuevo: un trabajo, otro proyecto, un
en varias semanas, Patricio hablaba animado.
viaje. Por él, se la pasaría viajando. “Seguro fue
“Seguro es una equivocación. En el transcurso
en Nueva York. Ese gringo que me ligué en el
de la semana me llamarán para avisarme del
Black & White. ¡Carajo! La aventura más cara de
error”. “Claro, eso es, ya verás”, mentíamos
que, cuando él muera, su voz seguirá ahí.
Sin decirle a Patricio, leemos ávidos cual-
quier noticia sobre el SIDA. ¿La peste, la plaga,
detengo agitada ante la puerta de cristal.
formados bajo los árboles, Patricio ensanchaba
epidemia maldita? ¿Castigo divino, venganza de la
Hora de visita: de tres a cuatro y media de
la nariz para dejar pasar más aire. “Eso, oxígeno
naturaleza? Ninguno lo creemos. Pero una cosa
la tarde. Son las ocho de la noche. No lo
y una buena alimentación es lo único necesario
es cierta: Patricio tiene SIDA, se va a morir. Y
pienso, entro segura, hasta Urgencias.
para combatir cualquier mal. Tal vez un poco de
nosotros, sus amigos, no podemos impedirlo. Lo
Pregunto: “Cama 106”. “Pero ahorita ya
ejercicio, cuando tenga fuerzas”. Convencido,
llamamos a diario. ¿Cómo amaneciste? ¿Qué tal
no puede subir”. “Sí, claro, gracias”. Por
se recargó más sobre mi brazo y el de Gonzalo.
pasaste la noche? ¿Sientes alguna mejoría? Pero no,
supuesto, no hago caso. Rápido, la esca-
Yo hacía esfuerzos desesperados para tragarme
el mal avanza, tal y como los médicos advirtieron.
lera. Tranquila hasta el segundo piso.
las ganas de llorar. Recosté mi cabeza sobre el
También esperamos. Vivimos pendientes.
hombro de Patricio; él y Gonzalo se miraron a
Nos metemos cada noche a la cama con la rabia y el
cia: 101–106. La cama del fondo, junto a
miedo como única cobija. Nos despertamos
la ventana. Descorro la cortina percudida.
mirando de reojo el teléfono. Patricio lo habló con
madera viejo que habíamos ido a comprar en
cada uno. A Consuelo le costó más trabajo aceptar.
bola hasta Puebla, los bancos transformados en
Por estar cerca de Patricio nos olvidamos
muerto. Tiene las manos sobre el pecho.
–Si lo decides de veras, te mueres.
jardineras, el jarrón art nouveau descubierto por
de Gonzalo. De sus temores. De sus dudas.
El rostro plácido. La palidez impregnada.
suerte en la Lagunilla. Ahora, aquí sentados,
Me coloco a su lado, le acaricio las pier-
día peso menos. Quiero ser persona todavía
arrullados por Albinoni, Patricio insiste:
taciturno. Seguido le descubro la mirada húmeda,
cuando muera. Quiero evitarnos mi agonía.
llevar por los tonos del campo y por la tarde que
me dice adiós con la mano, como si se estuviera
hoy decidió brillar tranquila. Como una neblina
alejando en un tren. Alzo el brazo para contes-
que desciende sobre un parque, me va inundando
tarle, pero me resisto, doy unos pasos, inclino la
una melancolía por lo que ya no compartiremos,
cabeza y le dejo mi beso en una de sus rodillas.
una paz interior porque se acabó la espera. No
más amanecer agazapada por un sentimiento con-
llega la rabia, las ganas inmensas de sacudirle a
tradictorio de que, por favor, sea hoy, pero por fa-
manotazos la muerte, de abrir esa única ventana
para que por allí salga esta pinche desesperanza.
paisaje seguirá idéntico. La ciudad también.
amigos que aún venimos esperamos en el pasi-
Como todos los días, tendré que levantarme antes
llo del hospital. Todos tan juntos, como vamos
de las siete, me pondré la ropa de siempre y tomaré
al cine o a comer. Entramos de dos en dos.
el café de costumbre. A las nueve estaré entrando
Consuelo y Gonzalo son los únicos que pueden
al trabajo. Patricio, cómo quisiera saber rezar
venir a otra hora del día, hasta las ocho de la
para rezar ahorita por ti. Todo igual. Y los
noche en que Patricio debe enfrentarse solo a
amigos volveremos a llamarnos para salir juntos.
O quizás no nos veamos nunca para no tener que
Cuando se van, me quedo con Patricio.
hablar de esto. Y Gonzalo se irá lejos. Y Consuelo
Me siento al pie de su cama. No hablamos. Nos
se quedará, y tendrá que borrar la voz de la graba-
miramos con un entendimiento que rebasa las
dora. Patricio, ¿en qué regiones te encuentrasahora? A las seis en punto caminaré fuera de la
oficina. Los gritos, las risas, los ruidos. No más
bata blanca y me muestra la flor púrpura de su
permisos especiales para llegar a tiempo al hospital.
abdomen. Con él no caben los engaños.
Recuerdo la noche en que entré clandestina hasta
–Cáncer de la piel, típico del SIDA.
el pie de su cama. Su sonrisa al abrir los ojos.
No contesto nada. No sé qué decir. Me niego a
Patricio, ojalá que hoy sí puedas llorar. Estas
expresar una esperanza que no siento en reali-
vacaciones iremos al mar, como hace tres años en
dad. Se produce otro silencio. Es él quien lo
Puerto Escondido. No sé por qué el mar hace que
una se sienta tan sola. Patricio, la soledad tienesus reglas. Me imagino que después será cosa de
en permanecer adherido a la vida, peleándola
construir muros, de ir rellenando huecos, dejar
segundo a segundo, abrazándome a ella como si
Ya no hay verdes ni azules ni naranjas que
me consuelen. Es una noche cerrada, una noche
de luna nueva. Lástima que en la ciudad casi nun-
por el miedo a morir. Ya no más, Bambina, ya
ca se vean las estrellas. En cambio aquí, ¡cuántas!
Ya pasan de las ocho. Debo buscar un retorno pa-
En el auto, rumbo a mi casa, le doy la ra-
ra volver. Debo llegar a casa, esperar la llamada.
zón. Todavía me envuelve nuestro abrazo pro-
El aire se ha vuelto lento. Las lágrimas, a veces,
longado, nuestra mirada cómplice, nuestro últi-
qué absurdas resultan. Las horas, qué poco son.
mo beso. Recorro Insurgentes. Paso la esquinadonde debo dar vuelta. Manejo hacia la carre-
Rosamaría Roffiel
tera vieja a Cuernavaca. Muy pronto, me dejo
Bundesgesetzblatt Ausgegeben zu Bonn am 29. Juni 2000 Gesetz zur Änderung von Vorschriften über die Tätigkeit der Steuerberater (7. StBÄndG) . . . . . . . FNA: neu: 610-10/1; 610-10, 610-1-3, 611-10-14, 610-10-6, 610-10, 610-10-6, 610-10-4, 610-10-5, 610-10-9, 610-10-2GESTA: D045 Gesetz über Fernabsatzverträge und andere Fragen des Verbraucherrechts sowie zur Umstel- lung von Vors
CONTRATO DE SERVICIOS DE CHAPEA Y LIMPIEZA ENTRE EL INSTITUTO HONDUREÑO DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA E INVERSIONES MARROQUIN RUIZ Nosotros, VIRGILIO PAREDES TRAPERO, mayor de edad, casado, hondureño, Ingeniero y de este domicilio, con tarjeta de identidad Nº 0801-1964-00984; actuando en mi condición de Gerente del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), nombrado