La Torre del Virrey/Libros/Segunda serie, febrero de 2009
dios que ha dedicado a Paul Ricoeur, a Gilles Deleuze y Felix
Guattari, o en este caso a Michel de Certeau.
El mayor mérito de esta traducción está en la presentación
accesible de la figura de un autor casi desconocido en España,
al que se han aproximado bastante más en Latinoamérica. De
hecho esta traducción castellana la publica la Universidad
Iberoamericana, propiedad de la Compañía de Jesús, cuyo
Departamento de Historia ha traducido y publicado una gran
parte de las obras de Michel de Certeau. La figura de este pen-
sador jesuita tiene la profundidad suficiente como para servir de
crisol en el que todas las investigaciones previas de Dosse pue-
dan mezclarse. El resultado, más que una biografía al uso, es un
texto denso y rico en matices, que puede llegar incluso a pare-
cer excesivamente largo y prolijo. La obra de Dosse podría
leerse en su país —y creo que de ahí el interés por el detalle
que manifiesta el autor—como una miniatura en el encabeza-
miento del enorme libro del pensamiento francés del siglo XX.
Entre nosotros esta obra puede hacer las veces de introducción
a ese vastísimo campo, a la vez que nos presenta a uno de sus
Cómo si pudiésemos reducir 635 páginas a tres o cuatro, y
con el ánimo de situar al lector ante la figura que centra el inte-
rés de Dosse, diremos que Michel de Certeau nació en
Chambéry (Saboya) en 1925, primogénito de una familia de
cuatro hermanos. En su entorno familiar vivirá una marcada
religiosidad católica tradicionalista y un nivel de vida elevado,
así como la presencia de un padre autoritario y rígido. Interno
Universidad Iberoamericana, México D.F.,
desde muy niño en un colegio religioso, vislumbra con claridad
marcheur blessé, Èditions Le Découverte,
su vocación sacerdotal en torno a los 14 años. En 1944 ingresa
en el seminario de Saint-Sulpice en Issy-les-Molineaux.
Durante los años siguientes proseguirá su formación en este
centro y en el seminario de Lyon, hasta decidirse, en el año
1950, a ingresar en la Compañía de Jesús. Certeau es ya licen-
ciado en Teología y subdiácono. Durante los seis años siguien-
F zado en los últimos años tes afronta, bajo la sombra de Henri de Lubac, S.I., la forma-
ción específica de la orden jesuítica y finalmente es ordenado
A partir de este momento, tras una amplísima formación:
muy delimitado en La historia en migajas
lenguas clásicas, historia, filosofía y teología, Certeau se dedica
sobre la revista Annales; con un ambi-
al estudio de los primeros miembros de la Compañía de Jesús
por encargo de sus superiores. Su edición de El Memorial deHistoria del estructuralismo en dos
Pierre Favre, fruto de esta aproximación a la espiritualidad de
los primeros jesuitas, le sirve para obtener el doctorado en
con una biografía. Este género histórico
Ciencias de la Religión en la Sorbona en 1960, bajo la direc-
ción de Henri Gouhier. Convertido en un importante erudito, en
esta faceta que inicia como historiador de la mística y de la reli-
biografía es eludida a través del periplo
gión en general, Certeau muestra una fuerte conexión con Jean
“annalítico”, que desde Febvre y Bloch
Orcibal —con quién había preparado su doctorado—. La con-
vicción de la importancia del texto en sí como fuente desde la
Braudel, desecha la atención a los aconte-
que poder realizar un discurso histórico riguroso, no abando-
nará a Certeau tras el paso por el seminario de Orcibal.
también la vida de personas concretas—
A la vez que prepara su edición del Memorial Favre,
para centrarse cada vez más en los estu-
Certeau realiza sus primeros contactos con la figura y la obra
de Jean-Joseph Surin —que se convertirá en el “guardián” mís-
tico de su puerta de acceso al conocimiento de Dios— de quien
editará Guía espiritual de Jean-Joseph Surin en 1963, y en
1966 Correspondencia de Jean-Joseph Surin. Pese a la fecundi-
humana.” Esta sentencia de Braudel, y las
dad de su esfuerzo intelectual, y a pesar de ser reconocido
exageraciones de quienes detrás de él han
como un erudito en este campo de la historia religiosa, en sus
persistido en hacer una historia estructu-
obras aparece un concepto de historiografía por el que a su
ralista, antropológica, pero en la que el
autor “se le reprocha relativizar la noción de verdad, poner en
duda la objetividad de las instituciones del conocimiento,
subrayar el peso de las dependencias y las connivencias jerár-
por la biografía, sobre la que reflexiona
quicas y, finalmente, dudar de los modelos aprobados que han
en Le pari biographique. Écrire una vie.
dado prestigio a la escuela francesa de historia.” Ya desde el
(La Decouverté, 2005) —cuya traducción
047 castellana ha publicado la Universidad de
Valencia—, se hace realidad en los estu-
toma de la palabra, donde su pregunta esencial toma cuerpo:
seria dificultad en su relación tanto con
“¿Cómo crearse?”, frente a lo que hasta ese momento había
LIBROS las instituciones, como con los estudiosos sido “¿crear qué y cómo?”.
Ya muy conocido, y considerado un referente en cuanto a la
comprensión de los fenómenos sociales, los responsables del
pología, la sociología, la semiótica y el
área de cultura del gobierno francés le tendrán muy en cuenta
psicoanálisis, Certeau está vinculado a la
para la reestructuración del sistema universitario en el verano
teoría psicoanalítica tan estrechamente
de 1968. Publica también en la década siguiente La cultura enplural, que recoge las ponencias que Certeau realiza en el colo-
quio internacional de Arc-et-Senans, donde se debía definir una
política europea de cultura entre los Ministros de Cultura de la
esta hasta su disolución en 1980 por deci-
entonces Comunidad Económica Europea. De esta época surge
sión del mismo Lacan. Certeau vivirá en
uno de sus trabajos principales, por el que es conocido y admi-
rado en el ámbito del análisis social y, especialmente, de los
con la “ortodoxia” lacaniana al negarse a
Estudios Culturales: La invención de lo cotidiano. 1. Artes dehacer. Esta obra forma el eje central de una investigación gru-
pal sobre las prácticas sociales, encargada por un órgano depen-
diente de la Secretaría de Estado para la Cultura, donde se con-
judicial al cierre. A pesar de su formación
solida el estudio de un dominio ya descrito anteriormente, el
en psicoanálisis, no ejerció como psicoa-
que “se ocupará de las operaciones culturales que son movi-
nalista por su propio deseo. Y, aunque la
mientos y cuyas trayectorias no indeterminadas sino insospe-
chables, constituyen ese algo del cual deben estudiarse su for-
en sus textos es una de las más importan-
malidad y las modalidades para darles un estado de inteligibili-
analistas, su identidad como historiador.
En los últimos setenta cambió su Francia natal por
Historia y psicoanálisis entre ciencia y
California, donde impartió clases durante unos años que fueron
ficción es la obra póstuma en la que se
el germen de la amplia recepción norteamericana de su pensa-
muestran, en una serie de artículos, los
Esta fuerte vinculación de su persona y su obra con la histo-
ria, el análisis social e incluso con lo político, entendido en un
sentido amplio, no serviría —por sí sola— para describir de
este último le llevaría a la reconstrucción
forma ecuánime a Michel de Certeau. Además de un perma-
en La posesión de Loudun, publicada en
nente suelo filosófico, el aspecto religioso también ocupa un
lugar central en este pequeño cuadro biográfico. Ni en su vida,
en el siglo XVII. Allí, entre 1632 y 1635,
ni en su obra, desaparece la centralidad de lo religioso ni lo
específico de la herencia de la Compañía de Jesús —pese a las
dificultades que encontró siempre en su pertenencia a la
vento de ursulinas. Certeau presenta aquí
misma—. Su opera magna es La fábula mística, dedicada a la
el conflicto entre los distintos órdenes en
mística de los siglos XVI y XVII, que viene a concluir su ya
larga trayectoria de estudios como historiador de la religión y
político, social— como la escenificación
en particular de la mística. También dentro del estudio del ser
de un teatro, en la que médicos, magistra-
cristiano son destacables, La debilidad de creer, obra en la que
se recopilan póstumamente artículos dispersos; El lugar del
para afirmar lo real. Esta obra genera un
otro. Historia religiosa y mística, una nueva recopilación de
artículos sobre historia y mística que acaba de aparecer, y sobre
Certeau, aunque será una obra de carácter
todo, El estallido del cristianismo, en el que se recoge un
debate radiotransmitido entre Michel de Certeau y Jean-Marie
como un importante historiador: La escri-
Domenach sobre el cristianismo. Este debate supuso una fuerte
tura de la historia, publicada en 1975. En
revulsión en el ambiente católico francés y muchas dificultades
para nuestro autor. Tanto en ese momento como en nuestros
tales en torno a la capacidad de la ciencia
días no pocos le identifican como un personaje ambiguo, cer-
cano a la heterodoxia en más de un punto.
hacer, construyendo un estudio de episte-
Michel de Certeau murió en París en 1986 como consecuen-
mología realmente novedoso y profundo.
cia de un cáncer de páncreas, arropado por una multitud contra-
dictoria, representación eficaz si cabe de su peregrinación por
trabajo, su figura cobra especial relevan-
la vida cultural de la segunda mitad del siglo XX. Así, podría
cia a consecuencia de los acontecimientos
describirse acertadamente su posición vital y teórica como la de
un peregrino —Wandersmann cómo usaría en La fábula mís-tica, o Staretz en La debilidad de creer—, ya que se movió
en Etudes y en Esprit lo convierten en un
durante toda su vida de un campo a otro, evitando declarar su
pertenencia exclusiva a tal o cual grupo o disciplina y demos-
trando una competencia excepcional en los diferentes ámbitos
Bastilla”. En sus artículos, Certeau ana-
Como puede verse las facetas del biografiado son de tal
variedad y magnitud que es realmente difícil realizar una com-
posición equilibrada de su vida. Creo que Dosse lo consigue,
normal. Los textos están recogidos en La
carencias que lastran El caminante herido
LIBROS es cierta falta de tensión en la dimensión
Annales y el estructuralismo es concien-
zudamente rastreado, pero resulta extraño
sentido del término— del que proviene el
autor y que nunca abandonará, sobre todo
en una obra de tanta extensión. Pequeños
atención a la teología en el conjunto de la
obra. Así, por ejemplo, aparecen única-
obstante, en el índice onomástico.
Certeau cita a Congar varias veces en Lafábula mística, lo que implica que cono-
cía y apreciaba —al menos en parte— su
que, según la biografía que reseñamos,
situar a Certeau en el conjunto del mundo
en el transcurrir del pensamiento teoló-
biografía será, sin duda, un principio de
construir esa otra parte de la historia de
Juan Diego González Sanz
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