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Microviolencia y violencia explícita tardía
En la vida cotidiana hay hechos y situaciones no deseadas, que se expresan o interpretan con
intensidades por debajo de un umbral de impacto. Estos hechos o situaciones, se van sucediendo
uno tras otro, día tras día y van determinando, construyendo o modelando, en la personalidad de
quien sufre éstas situaciones no deseadas, estados mentales larvarios que, cuando finalmente se
expresan, pueden tener graves connotaciones. Tal es el caso de la violencia cotidiana o del diario
vivir, violencia que algunos autores han llamado microviolencia1.
La microviolencia, es una práctica cotidiana en diversos ámbitos del quehacer de las personas: en
el hogar, en el trabajo, en el colegio, en la universidad, etc. La característica más relevante de la
microviolencia, es que es una conducta humana que no se reconoce ni se cataloga como lo que
es: un acto de violencia. Esto, principalmente porque no tiene consecuencias relevantes
inmediatas y porque es ejercida por alguien cercano que está en posición de poder o de ventaja
(la mamá, el papá, un familiar, el jefe, etc.); razones todas que hacen a la microviolencia,
Los actos de microviolencia son diversos y variados. Estos pueden abarcar una amplia gama de
formas de expresión, confundiéndose y disfrazándose en actitudes que parecieran inocuas. La
permanente displicencia hacia un ser supuestamente querido, puede provocar “graves heridas” en
esa persona. Denostar, sistemáticamente a un integrante de la familia, que no cumpla un perfil
deseado, puede tener implicancias muy graves. Un diálogo cargado de ironía y de
recriminaciones puede, a la larga, causar mucho daño, toda vez que el lenguaje es una gran
herramienta para aplicar microviolencia. En definitiva, la microviolencia se expresa y se vivencia
en todos los estadios de convivencia de las personas.
1 No existe información respecto a quien acuño por primera vez el término microviolencia. Este, ha sido usado para referirse a una violencia “pequeña”, o como se indica en el documento, a una violencia que pareciera imperceptible; pero que, no por eso, deja de ser significativa.
En el ámbito del hogar o familiar, debemos distinguir entre actos de microviolencia y actos
propios que deben ejercer los padres dentro de su rol de progenitores, proveedores y guías de la
prole que tienen a su cargo. La microviolencia habita otra esfera, la de la subjetividad y la
arbitrariedad. Una madre que no tiene herramientas y que carece de repertorio afectivo,
fácilmente puede esconder sus carencias en una aparente minusvalía (depresión, problemas
físicos, dependencia económica, etc.) y desde esa posición, fundamentada en actos de
microviolencia, ejercer una tiranía en el seno familiar. Un niño que no aprende matemáticas, sutil
y sistemáticamente es violentado y relegado a un sitial de fracasado. Un padre que no es exitoso
ejerciendo el rol de proveedor, puede ser blanco de despiadada ironía y ser despojado de
facultades tradicionalmente consideradas como propias e inherentes al rol de padre: la toma de
decisiones; el control del presupuesto; el control sobre los hijos, etc.
La producción cinematográfica, a lo largo de su desarrollo, se ha nutrido de la microviolencia
para contar historias. La infinita gama de relaciones que se dan entre las personas, es una fuente
inagotable de recursos para el cine, particularmente la microviolencia. En efecto, el séptimo arte,
ha sabido relatar con maestría como la microviolencia, ejercida sostenidamente, puede generar
desenlaces trágicos o, a lo menos, inesperados.
Podemos citar un par de cintas emblemáticas al respecto, donde una relación filial importante,
como lo es la de madre-hijo, se construye en base a microviolencia: Psicosis (Alfred Hitchcock,
1960) y Los Ojos de Julia (Guillem Morales, 2010). En ambas películas, las madres asumen
roles tiránicos sobres sus hijos, violentándolos sistemáticamente; donde, por ejemplo, la primera,
le prohíbe a Norman juntarse con “mujerzuelas” y la segunda, finge una ceguera para que su hijo
Dani no la abandone, a la vez que le repite incansablemente que ella es la única mujer que lo
ama. Claramente, en estos films, y como ocurre en toda producción cinematográfica, las
relaciones y los diálogos están exacerbados, con el fin de mostrar con el mayor realismo y
certeza posibles la conducta y la estructura de la personalidad de los personajes. En ambos casos,
el desenlace es muy trágico. En el primero, Norman termina asesinando a su madre, conservando
el cadáver en un sótano y asumiendo la personalidad de ésta; y, en el segundo, Dani, al darse
cuenta del engaño, destruye químicamente el nervio óptico de su madre.
Tal vez quisiéramos que lo relatado arriba sólo suceda en las películas pero, como sabemos, en
muchos casos, “la realidad supera a la ficción”. Basta leer la prensa para constatar los efectos e
implicancias que la microviolencia genera en el ideario de las relaciones humanas. Un caso que,
lamentablemente, está en la retina de todos, es la alta tasa de mujeres maltratadas que,
finalmente, asesinan a su maltratador. Y, no nos engañemos, un maltrato en el seno familiar, la
mayoría de las veces, no es una conducta explícita o que pueda distinguirse fácilmente; al
contrario, la violencia de género, por ejemplo, tiene esa característica; entonces, éste tipo de
maltrato, puede catalogarse como microviolencia de género.
Un marido, desde su posición de proveedor puede ejercer microviolencia hacia su mujer y sus
hijos generando a la vez, y a modo de resguardo, vínculos ambivalentes con su familia. Es decir,
por un lado se muestra como un padre preocupado y, por otro, como un dictador omnipotente
que no necesariamente se expresa abiertamente violento, sino que, sigilosamente, y en base a
microviolencia, va destruyendo la autoestima de quienes le rodean.
Es común ver como una mujer, víctima de microviolencia sostenida, se sumerge en su papel de
dueña del hogar, perdiendo identidad como persona y llegando a transformándose en un ente
netamente funcional al interior de la familia. Claramente, una situación de vida como ésta, puede
tener desenlaces o implicancias no muy felices.
Tal como se describió en las películas y en los ejemplos mencionados, la microviolencia, en el
largo plazo, puede tener implicancias devastadoras. En efecto, la microviolencia sistemática y
sostenida en el tiempo puede desatar, tardíamente, situaciones de violencia explícita. Basta
consultar la crónica roja para encontrar que, a diario, se suceden hechos de violencia, tales como
asesinatos, suicidios, parricidios, etc., que al ser investigados se constata que, por detrás, hay un
Podemos inferir que la característica “más negativa” de la microviolencia, es que es una
conducta humana que no produce efectos significativos inmediatos en las relaciones humanas; es
decir, como ya se dijo, está por debajo de un umbral de impacto. Esta característica, no da lugar
a una reflexión o cuestionamiento real de la situación, por lo que es muy difícil -en la búsqueda
de cambios positivos en la problemática- intervenir exitosamente. Estas características, hacen
que la microviolencia se perpetué en el tiempo y, cual dispositivo de presión, busque, a través de
actos de violencia explícita, salidas no deseadas logrando, finalmente, el colapso de las
Podemos decir que, al contrario de la microviolencia, un acto de violencia explicita tardía,
genera un cambio dramático en la relación (hay un asesinato, un suicidio, un abandono, etc.). En
ese sentido, lo deseable sería encontrar mecanismos y metodologías de intervención, que
apliquen y actúen antes de que la violencia explícita tardía se manifieste.
Finalmente, en virtud de lo dicho en los párrafos precedentes, sería interesante entonces, a nivel
de políticas públicas -en el sentido de que por definición la familia es el pilar de la sociedad-
generar instancias de observación y de diagnóstico prematuros de microviolencia al interior de
los hogares o de la comunidad, a través de una nueva institucionalidad o de un Observatorio de Microviolencia2. BIBLIOGRAFIA
1. Corsi, Jorge. Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema
2. Scheider Silvia C. Microviolencia simbólica de género. FILOPOL, 2008
3. Bonino, Luis. Los micromachismos y sus efectos. Claves para su detección. 2003.
2 Al parecer, los diversos observatorios de la conducta humana que existen en Chile, no han abordado el tema de la microviolencia urbana, familiar o comunitaria dentro de sus líneas de investigación.
Que la Ley de Colegiación Profesional Obligatoria, decreto 72-2001 del Congreso de la República de Guatemala, obliga a la creación del Reglamento Electoral del Colegio de Psicólogos de Guatemala a fin de que las disposiciones de estas resulten acordes con las normas fundamentales. Que por mandato contenido en el artículo 20 inciso h de la Ley de Colegiación Profesional Obligatoria decre
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