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Psicoanálisis y tratamiento de psicóticos
W. Apollon
Un nuevo tipo de respuesta, un cierto número de resultados se perfilan y conocemos los caminos Deseamos comunicar los medios, los caminos recorridos, los objetivos perseguidos, y los resultados obtenidos en esta aventura singular del tratamiento de la psicosis dentro de la
La psicosis es tratable por el psicoanálisis a condición de hacer en la clínica las
modificaciones teóricas y técnicas necesarias sin ceder ningún rigor a la invención de Freud.
El Psicoanálisis en el 388 pone la psicosis a trabajar.
La psicosis trabaja por sí sola poniendo al sujeto a la producción de una solución que
nosotros diagnosticamos delirante. Este trabajo de la psicosis puede encontrarse forzado por la
respuesta del psicótico al deseo del analista. Hace falta en la ética psicoanalítica, poner al equipo de tratantes a la tarea de penetrar el trabajo del delirio para desprender el fantasma que lo sostiene, modificar ese trabajo y acompañarlo hasta el punto donde él deja su espacio propio al sujeto del deseo, en la búsqueda de un nuevo lazo social.

Cuatro tiempos lógicos


Son los tiempos que reglan esa redisposición del trabajo de la psicosis:

1- La producción de un límite (que supla al defecto de significación) para ese goce (pulsión de
muerte), que trabaje el espacio subjetivo. Es el tiempo de re-construcción de una historia subjetiva en
2- La reconstrucción de la imagen corporal, tiempo del síntoma (symtôme), donde el sujeto habita su
cuerpo como escrito del Otro y como eje de articulaciones de su relación al prójimo y de su gestión del
3- El tiempo del objeto interno, núcleo de goce loco, alrededor del cual se constituyen las apuestas del
deseo del sujeto es las luchas con el goce del Otro. En el discurso de nuestros pacientes es el tiempo delicado de eso que ellos consideran como salida de los fenómenos de la psicosis. Tiempo frágil del descubrimiento de las apuestas vertiginosas del deseo frente a la inconsistencia de los proyectos sociales y las imposturas del concenso social.
4- La exploración de los fundamentos estéticos de una ética del lazo social.
En ese tiempo donde ha retomado posesión de sus medios de saber, de su cuerpo deseante, del manejo de su espacio en el tiempo socio-económico y político, la psicosis se reencuentra frente al vacío en una sociedad que rechaza la dimensión trágica de lo humano en nombre de promesas de saber, y de la esperanza vana de regir por la tecnología la irracionalidad en la economía política. La exigencia queda inevitable para el psicótico, en deber constituir un nuevo modo de lazo social, modo de estar con otro y de participación coexistente con la búsqueda de satisfacción. El núcleo de la psicosis queda entonces en el espacio loco, donde el ser sabe como en otra parte que “el universo es un defecto en la pureza del "no-ser” -Lacan.

I. La producción de una posición subjetiva

Al principio se trata de saber si el psicótico se percibe como teniendo necesidad del Otro o no, y a
qué título.
Puede experimentar la necesidad de una escucha donde fundar su delirio o requerir un tutor o una
dirección para la escritura donde él calcula lo real de un límite al goce que lo trabaja. El está
entonces a la búsqueda de un lazo social que se fundará sobre la teoría donde reconstruye el mundo

En ese caso, está listo a entrar en ese lazo social particular que es la transferencia psicoanalítica. La
psicosis no es la pérdida de la realidad, la psicosis es sobre todo la pérdida del lazo social.
Para que el tratamiento sea posible es necesario que una brecha en la certeza del delirio haga posible el trabajo de construcción de un mínimo de lazo social.

La demanda del psicótico es particular y debe ser recibida como tal. El sujeto es tomado en
consideración en su palabra en el punto mismo donde esta palabra derrapa y es parasitada por las Aquellos que reciben al psicótico en la entrevista de admisión se referencian de eso que el sujeto dice de su sufrimiento y de su situación. El síntoma no es descuidado, ni su expediente ignorado, pero el acento es puesto de entrada sobre eso que el sujeto tiene para decir.

El acento puesto sobre su discurso más que sobre sus síntomas, sobre su palabra más que sobre
los juicios de otro, compromete con el psicótico una relación de sujeto a sujeto, que tiende a reanudar un mínimo de lazo social. El psicótico es requerido a tomar posición frente a un tratamiento que lo compromete hacia una reestructuración en la relación social y una salida de los aspectos catastróficos del fenómeno de la psicosis. La estructura es la relación singular del sujeto psicótico al Otro, la
pulsión de muerte que el experimenta como un goce de ese Otro, una persecución o una
posesión. Es a partir de esta estructura y del fantasma que pone en escena el trauma, que el
sujeto reorganizará la ética y la estética de su presencia en el mundo y de sus lazos con
No se prejuzgaran las causas ni los orígenes de la psicosis. Eso no esta decidido de antes. Ninguna condena bioquímica pesa sobre el sujeto que no se encuentra reducido a una posición de objeto de cuidados. Al contrario se hace llamado a ese sujeto y es reguerido a responder.
El sujeto responde a este requerimiento y esta actitud garantiza otra gestión de su psicosis y de su relación al prójimo, y a las reglas del juego social. Este es un prerrequisito a toda cura pos¡ble en
la psicosis por los medios del psicoanálisis.
Pero esto no garantiza que esta respuesta sea en conformidad con las normas de una sociedad que le hace poco lugar y en relación a la cual él esta en una posición de desconfianza, si no de rechazo global. La toma en cuenta de la palabra delirante como punto de compromiso del sujeto en la cura,
permite un despliegue del delirio que saca a la luz a la vez, su estructura y su significación singular
para el sujeto. El delirio es la respuesta del sujeto a la descompensación psicótica y a las voces que la

Requerido a hablar en posición de sujeto, el psicótico retoma la apuesta del delirio y desarrolla el
núcleo del mismo. Se trata entonces en el tratamiento de aceptar esta palabra del sujeto por lo que ella es. Sin entrar en el delirio, hace falta acordarle suficiente escucha para que sea posible la
introducción de una duda en cuanto a la certidumbre que funda el desarrollo del delirio, y que es el
eje del trabajo espontáneo de la psicosis.
El respeto acordado al sujeto en su palabra hace a la duda del tratante el lugar de una cuestión
irreductible. Esta duda, verificable brecha en el delirio, viene al lugar de esta desgarradura interior que
motiva la demanda de ayuda y, de cura en la psicosis. De una manera general la estructura del
delirio se elabora alrededor de una misión de la cual el psicótico es el objeto por parte de un Otro, del
que la identidad varía según cada caso y aún dentro mismo de cada caso. Esta estructura de fuste en relato de una puesta, misión que les singulariza es el modo bajo el cual el sujeto psicótico
elabora una identificación de si a partir de una elección del Otro, para lo mejor o para lo
Es el modo bajo el cual el psicótico justifica su situación para rehusar la etiqueta de enfermedad o
para fundar el proceso de victimización. De todas maneras ese proceso de puesta en relato de los fenómenos psíquicos y vocales que hacen intrusión en su conciencia, dan un sentido a su universo se introduce por allí un cierto orden al caos que lo desinserta del espacio y el tiempo comunes.
Todo el orden del lenguaje y del sentido es lo que el delirio cree reorganizar alrededor de la
certeza donde se funda la psicosis. El delirio pone al psicótico en el centro de una aventura donde
su misión es reparar un mal radical que pone en juego la suerte del mundo o el orden del universo. Esta dimensión global es lo que especifica el delirio psicótico de lo que se presenta a veces corno

El psicótico es tomado por alguna cosa que toca a la comunidad y la civilización misma o al
A diferencia al neurótico, no es la pérdida que el lenguaje impone si no el defecto mismo del
lenguaje para representar lo real y entonces para fundar el orden del sentido lo que aparece
como un mal absoluto para el psicótico.

A su falta de fundamento la neurosis responde por la elección del padre, o sea una autoridad que
garantiza la ley. Tal elección es inconcebible para la psicosis, el padre no es creíble y no garantiza
nada. El construirse un fundamento privado a través de una práctica de escritura, única garantía
posible de una relación adecuada de la palabra y las cosas y la única barrera concebible contra la invasión pulsional, donde se manifiesta el goce del Otro y la apuesta de su propia muerte. Es el orden
mismo del sentido y del lenguaje que está en juego en el delirio.

La paranoia inscribe su trabajo y su producción psíquica como solución a la psicosis, al nivel de una
reconsideración de todo el orden del lenguaje. Su discurso como una escritura, procede por la reorganización del significante en la estructura de un relato donde se construye una teoría de la
La esquizofrenia pone en juego su ser, escrito directamente en el estallido de su cuerpo fragmentado
en la empresa delirante de lucha contra el mal. Esta instrumentalidad del cuerpo propio o sobretodo de los fragmentos del cuerpo en pedazos es una puesta en avería de su creatividad por contraste con la paranoia. La letra del cuerpo, herida del ser donde se inscribe la captura en el goce del Otro, toma el relevo del significante de la voz. El cuerpo puede pasar todo entero en esta puesta en juego global donde se trata de sacrificarse y exponerse para cerrar la falla abierta en el flanco del "ser en el mundo". El tratamiento tendrá en cuenta esta diferencia en la posición del sujeto con respecto al
La entrada en la cura analítica por la transferencia pondrá en cuestión las certidumbres del
deliro, tomando en serio la palabra del sujeto. De la palabra delirante, el analista espera los
significantes con los cuales va a interrogar el delirio hasta reconstituir los fragmentos de historia de la vida subjetiva del paciente. Tales fragmentos opuestos al delirio serán los nuevos referentes y los reparos de identificación del sujeto, a partir de los cuales él podrá modificar los soportes y la A este requerimiento de una palabra que cuestiona sus construcciones anteriores de suplencia al defecto del lenguaje, el psicótico responde por la descompensación psicótica. La diferencia de esta
crisis bajo transferencia con los anteriores, viene del encuentro del sujeto psicótico, con el deseo del Por primera vez hará la experiencia de un acompañamiento particular en su atravesamiento de la
crisis. Si acepta, entonces entra en la suposición del saber al equipo sobre el camino a recorrer
para salir del laberinto de las manifestaciones de la psicosis. Es la entrada efectiva del paciente en el tratamiento psicoanalítico en el “388”.
Sin ahogar la crisis se lo acompaña con el deseo de someter la escritura a una escucha y
una interrogación donde ella encuentra su límite y su atemperamiento. Allí se asiste al
que se reapropie de sus medios generales mismo a través de la crisis. Es esta una apuesta que
reposa a la vez sobre el deseo del paciente de salir y también sobre la ética de los intervinientes y sus deseos de llevar hasta el límite esta apuesta.
Estrategias que no pueden anticiparse, diferente caso por caso, acompañamiento continuo, se debe
mantener al psicótico en crisis en una posición de sujeto, de sujeto portador de una palabra
y de su sufrimiento, de eso que atraviesa y parasita esta palabra, sin jamás dejarlo bascular
en una posición ambigua de objeto de cuidados.

Tres tipos de crisis marcan este primer tiempo de tratamiento que va a durar entre 18 y 36 meses.
En este primer tiempo el tratamiento va a ser decisivo para el psicótico. Aquellos que han pasado este primer tiempo han podido cambiar de manera radical su relación a la fenomenología de la psicosis y comenzado a crear nuevos lazos sociales.

La crisis de inscripción al 388


La primera crisis es esperada pero cuando llega es necesariamente, una sorpresa. Hasta la primera
crisis, no lo conocemos verdaderamente por otro lado el paciente toma su tiempo antes de manifestarse. Aprende de otros pacientes como suceden las cosas y puede constatar la eficacia del Centro, y la confianza que tienen en los intervinientes.
La primera crisis es un punto de partida decisivo.
Se ve la posición del sujeto en la psicosis. Se toma nota de los signos precursores, pérdida del lazo social, desorganización del tiempo y espacio, intrusión y sentimientos de efracción psíquica. El usuario mas confiado, rodeado, recibe las consignas necesarias. Todo el equipo esta advertido de su estado y lo discute, todos toman nota de las etapas de evolución de la situación. El equipo hace el balance, identifica los ejes y los tiempos fuertes de la crisis para adaptar el plan de cuidados y seguirlo en lo cotidiano por el conjunto de los intervinientes. La crisis será manejada por el equipo responsable y el conjunto de los intervinientes. La mayoría de los usuarios no están aún en cura individual. La apuesta es que el equipo llegue a definir un modo de control de la crisis y en acompañar al paciente hasta su salida. El paciente no es jamás A la salida de la crisis y en las semanas que siguen el psiquiatra, el equipo y el analista, si la cura ha
comenzado, permiten al usuario hablar de la crisis, analizarla, ponerle un poco de orden. El equipo ha tomado conocimiento de la posición del sujeto. Su relación con las voces, el tipo de inducciones a las que él hace frente y aquellas otras a las que se cree obligado a responder. En los casos de esquizofrenta, los intervinientes habrán tomado conocimiento acerca del modo bajo el cual el ser del sujeto, su integridad corporal son amenazados en la crisis, las partes del cuerpo puestas en cuestión por el avance psicótico y la intrusión psíquica. Esta es toda una escritura que toma forma como límite absoluto de la captura del sujeto en el goce
del Otro. Ahora, es necesario permitirle al sujeto hablar y tomar claramente conciencia en un
tiempo ulterior de remisión y de calma. Es necesario hablar de eso vivido con él, pero no en su
lugar. Los significantes mayores que articulan esta escritura, letra del cuerpo, en la lucha del sujeto
contra su psicosis, habrán sido bien tomados en cuenta durante la crisis, los intervinientes los
retomarán en la reunión clínica semanal con el analista a cargo. Se desprende entonces la puesta en juego de la escritura del goce del Otro en el cuerpo, la muerte y el ser del sujeto de la que la
crisis es la fenomenología mas espectacular.

En estas reuniones clínicas se presenta al conjunto de los intervinientes, las estructructuras
parentales y accidentes familiares que marquen la psicosis singular del sujeto. Los ejes y los
significantes de la crisis, del mismo modo que eso que se inscribe en el cuerpo del sujeto
como su límite, serán confrontados a esa estructura parental para desprender las
interrelaciones, complicidades y lazos significantes, así progresivamente se hará luz sobre
la estructura que determina la relación del sujeto a ese trabajo de la pulsión de muerte en
su psicosis.
El plan de cuidados y las actividades específicas serán adaptadas en función de esas adquisiciones permitidas por el acompañamiento y el análisis de la crisis. Los intervinientes utilizan esas adquisiciones ayudando al usuario a corregir su propia concepción de la crisis, para en ella misma,
limitar el impacto de las interpretaciones delirantes. Así es la crisis misma la que deviene un
medio de lucha contra la pérdida del sujeto en las manifestaciones de las psicosis.

La segunda crisis

En la segunda crisis los intervinientes informados por el análisis de la primera van a acompañar al usuario, de manera mas activa y mas determinante. Van a asistirlo para aprender a reconocer los signos precursores y las diferentes etapas de la crisis, indicando las disposiciones a tomar para
llegar a un cierto control.
El objetivo inmediato es evidentemente el mantener la posición subjetiva del paciente
frente a la crisis el mayor tiempo posible.

Gracias a esta segunda crisis, donde la cooperación usuario-interviniente es muy importante, los
elementos significantes de la historia subjetiva del paciente, van a ser localizados y
utilizados en el cálculo de un límite a la interpretación delirante. El paciente sabe en adelante
que el equipo va a pasar a través de la crisis con él, y ese saber es determinante en su voluntad de aprender él mismo a hacer frente a eso que le llega. El paciente comienza en el curso de esta
crisis a descubrir a partir de los fragmentos significativos de su historia, mas que a partir de
las inducciones del superyó, o de las voces que comandan sus pasajes al acto. El distingue su historia
subjetiva que se reconstituye en el centro, con los cuidadores del delirio donde él se identifica a su

Esta distancia en relación al delirio, se manifestará después de la crisis por la adquisición de un
cierto humor frente a eso que hacía antes su certeza. Este humor particular no tiene la estructura
del chiste, él es dirigido al interviniente o al analista en un juego que a la manera del “for-da” intenta sondear una presencia y calcular los bordes de una ausencia. Él subraya el escrito, donde la psicosis
retoma su trabajo de suplir la incompletud del Otro y el defecto del significante. Es evidentemente una nueva interrogación del lenguaje en el campo cerrado de la psicosis, el significante en juego no
reenvia a otro significante, apenas comienza a trazar el contorno de una escritura. El
psicótico ahora puede discutir las inducciones y las impulsiones que le atraviesan y así
obtener la asistencia necesaria para conducir su vida en este tiempo fuerte de las psicosis,
él no ha abandonado su certeza, la ha modificado en el uso y el dominio que ellas le dan.
Nosotros haremos una primera aproximación de la apuesta del tratamiento de la psicosis en el campo psicoanalítico, constriñendo el trabajo y la creatividad propia de las psicosis en la producción de un límite. Al mismo tiempo puede percibirse que la materia de este trabajo, está de alguna manera mas acá del significante en una escritura donde la pulsión de muerte que manifiesta el goce del
Otro somete al sujeto a una captura donde su identificación se dispersa al grado del
despedazamiento del cuerpo. En la posterioridad de esta segunda crisis el usuario sabe alguna cosa
esencial sobre su psicosis, él accede a saber de la fenomenología de su psicosis. Pero al mismo tiempo él puede referir su certeza delirante al trabajo de la estructura, luego a una dimensión que toma para él un valor de verdad. El ha participado en la gestión de la crisis y sobretodo él ha vivido como el equipo se ha comprometido en asistirlo, él sabe que en adelante puede administrar la crisis con la asistencia, y aprendiendo a sacar partido, él sale con un conocimiento de él mismo que es distinto a la certeza, puede tomar distancias por primera vez frente a sus propios montajes delirantes, reconociendo su enraizamiento en la estructura, eso que en adelante él va a designar como su
psicosis. Ha podido ver de manera técnica y concreta, el rol y la necesidad y los límites de los
medicamentos, sabe de la diferencia profunda de las crisis que ha vivido en el hospital, y esa que es capaz de realizar con los medios del Centro. A partir de allí, va a poder verdaderamente recuperar y reapropiarse de su plan de tratamiento. Los intervinientes, su psiquiatra, la trabajadora social y su analista van a poder dirigirse a él como el responsable del plan de tratamiento, su punto de vista en
adelante deviene determinante, su ambición ahora va a ser, no solamente de manejar él
mismo la tercera crisis, sitio que avizora la posibilidad de salir como algunos de sus colegas,
de la fenomenología singular y asocial de su psicosis.


La tercera crisis

Cuando llega eso que yo designaré en la lógica del tratamiento, como la tercera crisis, el usuario
controla ya sus actividades en el interior del Centro, como en la ciudad.

El puede distinguir los signos precursores de la crisis, y discutirlo con los intervinientes
responsables y su psiquiatra, o bien puede no decirles nada, sobretodo si ya ha comenzado una cura Entonces solamente el clínico y su analista sabrán que él está en crisis, continúa sus actividades, no deja necesariamente su departamento pero puede instalarse en el Centro. No demanda necesariamente ayuda, bajo la supervisión de su psiquiatra, y del interviniente responsable él ya controla su medicación. Ciertamente con la aprobación de su psiquiatra ha disminuido de manera importante su medicación o la ha dejado. Si él ha tenido durante este tiempo un empleo, o bien ha retomado sus estudios en la universidad, prosigue sus actividades. Ello supone una asistencia sin intervención de los intervinientes mas allá del psiquiatra y el analista.
Los intervinientes pueden haber reparado en los signos precursores de la crisis, el enlentecimiento
del ritmo, desorganización del espacio de su vivienda, necesidad de intervenir con el usuario en cuanto a su vestimenta, su alimento o su sueño. El paciente puede entonces quejarse del retorno de elementos delirantes en las entrevistas con los intervinientes, pero la gestión de este momento particular del tratamiento es tal que de un común acuerdo, la asistencia será mas reducida, pero el usuario buscará controlar la crisis por sus propios medios, porque él y el equipo piensan que es A menudo se constatará entonces, que algunos frecuentan el Centro mas seguido por la noche. Ellos saben de la disponibilidad de los intervinientes, pero sin que ello le genere la voluntad de rehusarce a atravesar solos la crisis, se contentan con una asistencia lista a intervenir, con la oferta de entrevistas individuales mas cotidianas y mas largas. Se trata de hecho de una expereriencia decisiva para el sujeto, en su voluntad de modificar su posición en la estructura de la psicosis, y de obtener una transformación significativa en las manifestaciones de la psicosis. Se trata entonces para él, de pasar de una posición pasiva en relación con esa
escritura que trabaja su ser, a una posición de creatividad y de producción, donde él
recupera a su cargo una parte de esa escritura para producir un objeto interno en suplencia
a la forclusión del nombre del padre y para rearticular significantes para producir sentido.

En el curso de esta crisis, el paciente va muy lejos y muy profundamente en su regresión, sufre
pero guarda toda su lucidez, y aún si algunos dejan su actividades por un tiempo a causa de la descompensación o del sufrimiento, no son hospitalizados. De hecho los pacientes no quieren la hospitalización en este encuadre, los intervinientes saben que él va a pasar por esta crisis, él espera aprender. Después de esta crisis decisiva, el paciente tiene el sentimiento que va a estar
curado, que va a salir, el túnel tarde o temprano desembocará en la luz.

A la salida de esta crisis, va a comprometerse a fondo en el trabajo de reorganización
global, que el análisis exige de él. 0 bien algunos van a detenerse aquí, y abandonarlo.
Nosotros evaluamos que es alrededor de 18 a 36 meses, lo que en el “388”, un psicótico necesitará para llegar a este punto. No nos interrogamos sobre el plan de tratamiento o el funcionamiento del equipo de cuidadores, o la capacidad ética del sujeto de soportar y tomar a su cargo su tratamiento. Después de este punto límite, él se compromete a fondo en su cura, en la reconstrucción de su vida y trabajo, de crear nuevos lazos sociales. Es como un punto de no retorno. Estadísticamente nosotros no tenemos pacientes que una vez pasado este estadio, no hayan modificado profundamente su relación al fenómeno de su psicosis y su relación a la sociedad. Pero ellos tienen el sentimiento de haber salido, eso que ha llevado a algunos a dejar aquí el tratamiento sabemos por la experiencia de aquellos que continúan mas allá de este punto, que queda un largo y difícil camino aún, antes de poder volar verdaderamente con sus propias alas, pero debemos constatar que en esta etapa algunos han rehusado continuar. Remarcamos que aquellos que nosotros hemos tratado, o comenzado a tratar, que no han atravesado esta dura etapa, y producido cambios radicales, han abandonado el tratamiento dentro de este período II. La reconstitución de la imagen corporal

La segunda gran etapa del tratamiento, va a estar marcada por los cambios de la relación
del sujeto a su cuerpo.
Hasta aquí, el paciente ha sido tomado por las inducciones de las voces y del superyó, que sea paranoico o esquizofrénico, no quita que está en una relación muy particular con su cuerpo. El vive su cuerpo como exterior a él mismo, en todo caso como extraño y que no le
pertenece. Su cuerpo atravesado de pulsiones que le tiranizan está ocupado por otra cosa o
por un Otro que lo controla y lo despoja de su propio espacio-tiempo corporal.
El retiro del delirio y la reconstrucción de una historia mas o menos ficticia, a partir de
fragmentos de la historia subjetiva, limitan de alguna manera esos efectos de la psicosis
sobre el cuerpo.
El sujeto puede en adelante ponerse a la obra de la reconstitución, de su relación a su
Desde nuestro punto de vista psicoanálitico el cuerpo no es aquél del que se ocupa la medicina. El cuerpo es de alguna manera, ese escrito trazado a partir del sujeto pulsional del inconsciente, que
lleva la marca de la historia del sujeto enfrentado en una lucha con ese Otro que vacía su vida, y
por el cual él se dice poseído, perseguido, supervisado, y en relación al cual, él parece seguir sus Ese cuerpo arrancado al organismo, y atravesado de pulsiones vagabundas, cuerpo penetrado,
habitado, parasitado y privado u ocupado por órganos imaginarios, de funcionamiento aparentemente autónomo, ese cuerpo antibiológico, es el lugar donde el sujeto intenta manejar su espacio y su
tiempo, ese cuerpo sigue una lógica que es la letra, ese escrito que limita el inconsciente y
lo separa de eso.

Y esta lógica, entrando en contradicción con la lógica del organismo biológico, abre el espacio del
síntoma o según los casos del fenómeno psicosomático, ella produce en lo imaginario del sujeto lo
que nosotros llamamos aquí la imagen corporal.

Ese cuerpo no es el objeto de la mirada donde el se constituirá mas tarde como una ausencia activa
para la mirada del deseo del prójimo. No conoce entonces verdaderamente la sexualidad. Ese sujeto salido apenas del campo donde el delirio domina su ocupación del espacio y el tiempo debe ponerse a la tarea de reapropiarse de su cuerpo antes de que él sea, verdaderamente accesible al campo particular de la sexualidad, como espacio de investidura del deseo. Antes de este estado los usuarios no presentan verdaderamente interés por la cuestión de la sexualidad, pero ahora ellos comienzan a inquietarse seriamente por los efectos de la psicosis sobre
su cuerpo y lo vivido por hombres y mujeres de la ciudad.
El análisis del síntoma va a estar en el centro de este período del tratamiento, porque el
síntoma escribe de alguna manera la historia de la posesión del sujeto por el Otro.

El síntoma médico refiere a un disfuncionamiento fisiológico, en relación a una norma y será tratado
en tanto tal; el síntoma psicoanalítico refiere sobre todo a la captura del sujeto en eso que él cree ser una posesión por el Otro. El síntoma como escritura reenvía a una marca del cuerpo, a los ejes del
delirio y de la captura en la toda potencia del Otro, pulsión de muerte dice Freud, goce del Otro dice
El síntoma recorta el cuerpo marcando una historia a reinventar a través de nuevos modos de
reapropiación del espacio y el tiempo. El nudo del delirio, su punto de catástrofe de alguna manera
se acuña en ese recorte y en ese desplazamiento electivo del cuerpo en la fenomenología de la
psicosis, al seguir el discurso a las prácticas corporales del psicótico poniendo en escena para nosotros esta posesión de su cuerpo, las cosas aparecen como siguen: el cuerpo del sujeto, despedazado,
es el objeto de efracciones, donde él siente la extrañeza de la cosa.
Bajo la gama de pulsiones incontrolables, de tensiones insoportables que él imputa a las fuerzas ocultas, o bajo la modalidad de intrusión, o excrecencia de objetos internos extraños a su sistema orgánico, esas fuerzas y esos objetos son localizados según un recorte específico que cierne la superficie, los orificios de los órganos, los tejidos, los sistemas y las funciones fisiológicas. Se reconoce aquí el modo de elección de los fenómenos psicosomáticos, pero en la psicosis ese recorte es esencialmente interno al organismo, y es sostenido por un delirio apropiado y específico a la
historia de la locura del paciente. Esta cartografía singular aísla el cuerpo psicótico del organismo
del viviente, poniendo en cuestión también la organización del espacio y el tiempo. Su manejo, su utilización por el sujeto en la construcción de un lazo social de coexistencia con el prójimo. Mas que en la neurosis, el cuerpo se destaca del organismo como la escritura de otra cosa,
rompiendo con la lógica propiamente científica aplicable al organismo. Fascinado, perdido, en
espera de eso que en la letra de esta escritura, es una erótica incontorneable, dibuja desde antes como una pérdida irreparable, pero es eso un plus de gozar, como dice Lacan, ¿o sobre todo una
pieza decisiva del rompecabezas de la verdad donde se sostiene el lenguaje?
Luego en un cuadro tal, el trabajo del analista como el de los intervinientes, deviene técnicamente mas específico no trata mas de la interpretación de la crisis por los elementos del delirio que permiten una Abordamos otra dimensión del tratamiento y toda otra problemática. Del lado del analista, donde la
ética de la clínica exige una limitación del goce y su transformación en otra cosa, se trata de
la producción de una articulación de la pulsión a las producciones comprometidas del sujeto
con el lazo social, a través de las maniobras de trasferencia.

Del lado de los intervinientes, se trata de la puesta en su lugar de actividades de reapropiación del
cuerpo a través de una reconsideración a través del espacio y del tiempo tanto en el Centro como en
las actividades de la ciudad, en el seno de la comunidad. Eso que es atendido por el médico, ahora que nosotros tenemos los medios de saber más desde el punto de vista biológico, más allá de la estabilización, es limitar en la medida de lo posible y
contrariar los efectos de la psicosis sobre el organismo.
El psiquiatra en tanto que médico asegura un soporte a la salud psíquica que garantiza el sueño, el
reposo, brevemente las condiciones generales de salud que soportan el trabajo de esta parte del tratamiento. El rol del psiquiatra es ahora extremadamente importante, no solamente a título de
responsable del equipo de cuidadores y del plan de tratamiento, sino también como clínico. Si él es analista sensible a esta dinámica de la heterogeneidad del cuerpo al organismo y a la contradicción de sus lógicas propias, donde lo libidinal perdió ante lo científico, él sabrá jugar tanto con la significación
del objeto medicamento, en la relación transferencial, como con el significante movilizado en la
prescripción por una división y una movilización de los efectos del goce sobre el organismo.

Los intervinientes en tanto tales, durante este período trabajan para sostener al sujeto en esta
reconstrucción de su imagen corporal, su acción se apoya sobre la gestión del tiempo y del espacio para el paciente, a partir precisamente de la reconstitución y de la fragmentación de su historia que la parte del tratamiento ha hecho posible. Este trabajo se hace a través de los proyectos que cada usuario va a emprender en la comunidad con el soporte de sus intervinientes responsables. Esos proyectos son ocasión y materia de una puesta a la obra, de una construcción de un nuevo lazo social para los usuarios. En efecto para nosotros, la fenomenología de la psicosis se
estructura esencialmente, alrededor de la pérdida del lazo social. El lazo social es la
capacidad del sujeto, de negociar la satisfacción y la coexistencia con otros, en la lengua de
la sociedad que por sus valores y sus leyes define las reglas de juego de esta negociación.

Eso que nosotros designamos aquí como lazo social es luego el modo bajo el cual, para un sujeto
dado, toma lugar la heterogeneidad de su deseo, ó de su posición subjetiva, en el orden
simbólico que regla su relación a los otros, esta exigencia del lazo social no supone por lo
tanto la desaparición del nudo del delirio, donde se localiza la estructura del trauma que
sostiene a las psicosis.

De todas maneras esta ética del lazo social a restituir para las psicosis, no puede fundarse mas
que sobre esa estructura traumática que da cuenta de la psicosis. Muy precisamente los intervinientes asisten a los usuarios, en su tentativa de renovar con esta sociedad, donde ellos no encuentran un lugar en el tiempo fuerte de las psicosis. El retornar sus estudios, los movimientos para retornar a vivir solos, la búsqueda o la retoma de un trabajo, o el aprendizaje de una nueva ocupación, son la ocasión para el equipo de interrogar al usuario, de manera de permitirle posicionar su deseo en sus nuevos caminos de vida.

Al mismo tiempo las actividades de producción artística solicitan otra dimensión estética, lo real
del sujeto en su deseo de otra cosa que la psicosis. Si nosotros mantenemos que la estética es este
espacio abierto en el significante, donde lo real del sujeto y las apuestas de su deseo, cuando la
referencia del lenguaje a las cosas es abandonada, entonces se comprende la necesidad clínica, de una práctica estética en el “388”, en esta etapa de la cura de la psicosis. No se trata fundamentalmente
de práctica artística, ni mucho menos de arte-terapia. Muchos de nuestros pacientes, aunque algunos si, carecen del talento suficiente para transformar esta práctica estética, en una practica artística. La práctica de los atelieres de arte crea un espacio particular, moviliza el deseo del sujeto en una
creatividad, donde lo escrito es trazo del goce del Otro que trabaja su cuerpo en el síntoma, pasa de la producción de un objeto de arte que viene, en lo imaginario del sujeto a articular lo real de su experiencia fragmentada, a las reglas que manejan o dirigen el trabajo de producción, en este
Una práctica tal, a la vez encuadra y da un sentido al vacío que confronta el sujeto psicótico, a
la salida de este estadio de la crisis. Ella sostiene la producción de un fantasma, que viene a
estructurar lo imaginario y aún los retoños del trauma. El regreso del Otro persecutorio, su
retracción, la limitación del delirio y la transformación de sus objetos, dejan al psicótico a la espera y a la tarea de la producción de una razón de ser o de morir, en ese punto donde él debe medir y medirse, en su participación en una sociedad que oculta lo trágico, e ignora el drama humano, a punto
de reducir la psicosis a un handicap biológico, y de hacer volver al ordenamiento de la
psicosis o reducirlo a una psicoeducación y/o a una readaptación social.
Es entonces una apuesta ética, la de hacer volver a anudar la psicosis con el espacio estético donde se desgarra el significante, bajo el trabajo y la dimensión no delirante de la metáfora en la lengua, como marco y condición de un sentido negociado, allí donde faltan las certidumbres de las creencias No entraremos en los detalles y argumentaciones teóricas, de ese trabajo de reconstrucción del cuerpo como lugar del deseo del sujeto y no simplemente como objeto de posesión y de persecución del Otro del delirio, o como objeto de observación y de control científico por esos Otros que tienen el poder de
Nos contentaremos con hacer constataciones de hecho. Esta reorientación de los cuidados
médicos hacia el sostén del sujeto contra los efectos de las psicosis, estas prácticas de una
mejor gestión del espacio y de tiempo con los intervinientes, esta práctica estética
movilizante del deseo del sujeto en una creatividad artística son tres dimensiones que
concurren a modificar profundamente la relación del sujeto a su propio cuerpo en el sentido
de una reapropiación y de un lugar de deseo y de satisfacción en los nuevos modos de
relacionarse con el otro el prójimo.
Este período es esencial para todos los psicóticos, ellos comienzan a pensarse ahora como seres humanos en un cuerpo, un cuerpo expuesto por una parte, a la erótica hiriente de la mirada del otro, como prójimo, y confrontado por otra parte a la estética de la coexistencia. Ellos se visten mejor, se crean una presentación, se muestran ahora sensibles a la posición del prójimo y encaran la negociación Su participación en el tratamiento puede entonces ser verdaderamente puesta a cargo de ellos. Algunos de los usuarios pueden funcionar muy bien corno representantes de otros, sea en la dirección del Centro, sea en los comités aún en los consejos de la cooperativa de la alimentación, de la que son miembros. Reanudan con los amigos y la familia los vínculos de una manera que produce muchas Al fin de esta segunda etapa ellos piensan estar curados, dicen que han salido de la psicosis, y en un sentido es verdadero, dado que algunos no serán mas hospitalizados ni sufrirán crisis Ellos demandan disminuir de manera sensible, la medicación o modificarla.
Modifican profundamente la economía de las manifestaciones de la psicosis, al mismo tiempo
para el analista la cura revela una reestructuración de la relación del psicótico al goce del
Otro. El núcleo delirante toma la forma de un objeto interno delirante, que el sujeto constata,
con una curiosidad mezclada con desasosiego. Este objeto viene a significar la insistencia de la estructura mas allá del fenómeno, como eso
que se puede modificar en el modo de manifestación sin poder suprimirse, porque sería suprimir el Transcripción de la primera parte de la grabación de una conferencia (circa 1994) dada por el autor de la cual no hemos podido encontrar sus referencias. Texto no revisado por el autor.
Corrección del texto: Cecilia Falco.
Selección y destacados: S.R.
Con-versiones

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Source: http://www.edipica.com.ar/archivos/jorge/psicoanalisis/apollon1.pdf

danziger.co.il

Torenia Moon Series™- Culture Description FAMILY: Scrophulariaceae ORIGIN: Asia, Africa SEASON: Spring, autumn, summer and moderate winter USDA HARDINESS: 10 – 11 ROOTING: Torenia cuttings root easily within 12-14 days at temperatures of 64-75℉ (18-24℃). Addition of rooting hormone is not necessary. PLANTING: For 4" (10 cm) pot, use 1 plant per pot. Re

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January 2008 Stop the War on Drugs By Scott Gottlieb, M.D. In December 2005, Eli Lilly pled guilty to a criminal indictment from the Justice Department and paid$36 million in fines and “disgorgement” of its ill-gotten gains. The company’s crime was mounting aconcerted effort to inform doctors that, according to leading medical authorities, the firm’s estrogen-mod-ulating drug Ev

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