Una vez que ya hemos revisado la argumentación sobre los fundamentos de la Etica cristiana, nos centraremos ahora en algunas cuestiones debatidas, puntuales, pero no menos atingentes. La primera de ellas es el debate en torno a la Píldora del días después.
A petición del laboratorio Silesia, y con la
autorización del Ministerio de Salud, se permitió la venta de la píldora del día después en Chile, con receta retenida, reservándola para casos de emergencia (violación y embarazo no deseado por falla del preservativo o de otro método anticonceptivo). Esta iniciativa ha causado diversas reacciones públicas, despertando la polémica ciudadana, sobre todo por el reciente fallo del Tribunal Constitucional. Por lo mismo, ofrezco algunas pistas e ideas que pueden iluminar el debate y, más aún, la opinión y acción personal. Sé que no todos son amantes de la biología o de la bioética, por lo mismo el lenguaje y los argumentos expuestos tienen en cuenta al lector no experto en ciencias biológicas, filosóficas o teológicas, pero ello no significa en ningún caso carencia de profundidad o seriedad en la investigación. Pienso que la vida humana merece una opinión, al menos, bien informada y contextualizada, para que desde ella sigamos en la búsqueda de hacer de este mundo un hogar lo más habitable para el hombre. Comprensión del hecho
La píldora del día después es un método hormonal para evitar el embarazo,
posteriormente a una relación sexual. Este fármaco contiene progestágeno en altas dosis, siendo el levonorgestrel su ingrediente activo (0.75 mg). Esta pastilla, llamada anticonceptiva de emergencia (PAE), para conseguir su efecto, tiene que ser ingerida por vía oral después de una relación sexual (con una segunda dosis a las doce horas de la primera) y no después de transcurridas setenta dos horas del coito.
Cf. Informe Ethos Nº 14 (2001) del Centro de Etica de la Universidad Alberto Hurtado, más aportes e
La literatura médica suele asignar tres posibles efectos para explicar su efectividad: (a)
el efecto anovulatorio que inhibe (previniendo o retrasando) la ovulación; (b) el efecto barrera que, al producir una mayor densidad en el mucus del cuello uterino, dificultaría la migración ascendente de los espermatozoides hacia las trompas en el camino de encuentro con el óvulo, como también obstaculizaría la motilidad del óvulo; y (c) el efecto anti implantatorio, ya que, al acelerar la maduración del endometrio uterino, dificulta la anidación del embrión en estadio de blastocisto. Todo depende del momento del ciclo femenino y de la ingestión del fármaco; por ello, no se puede saber exactamente cómo actúa en cada caso.
Se desaconseja fuertemente su uso regular y prolongado como anticonceptivo post coital, debido a la posibilidad de dañar el suministro de óvulos durante la vida fértil de la mujer, aunque se han estudiado poco sus efectos a largo plazo. También se señalan, como posibles efectos secundarios, principalmente las náuseas y los vómitos, y, en menor grado, las fatigas, los dolores de cabeza, el vértigo y el dolor en los pechos. Además, está contraindicada en el caso de la presencia de algunas patologías (entre otras, la hipertensión, la diabetes, y las enfermedades tromboembólicas). Implicaciones éticas
La pregunta ética por la pastilla del día después sólo puede recibir una respuesta seria
cuando se han contestado, por lo menos, dos interrogantes previas: (a) ¿es anticonceptiva o abortiva?, y (b) ¿cuándo comienza la vida humana personal?
El embarazo se puede evitar de dos maneras, recurriendo a la intervención humana:
(a) impidiendo el comienzo del proceso del desarrollo embrionario (es decir, el encuentro entre el espermatozoide y el óvulo), o (b) interrumpiendo el proceso ya iniciado (actuando antes o después de la anidación). En el primer caso se trata de una acción anticonceptiva porque se impide la fertilización del óvulo (la concepción). El segundo caso es considerado por algunos como una acción abortiva ya que termina con un proceso iniciado, mientras otros distinguen entre lo anti anidatorio (cuando actúa antes de la implantación) y lo abortivo (cuando actúa después de la anidación).
La píldora del día después no es estrictamente un fármaco abortivo (en el sentido de
una clara y única finalidad en su mecanismo de acción), ya que de los tres efectos sólo uno es potencialmente anti anidatorio (lo que para algunos es sinónimo de abortivo). Pero, por otra parte, tampoco se puede considerar simplemente como un anticonceptivo entre otros, porque puede tener el efecto anti anidatorio, aunque se considera como prioritariamente anovulatorio.
Pero tampoco en este punto existe unanimidad, al no haber una definición común
sobre el comienzo de un embarazo. Algunos sostienen que el embarazo comienza con la implantación (blastocisto), mientras otros defienden la fecundación (cigoto) como el inicio del proceso del desarrollo embrionario. Así, aquellos que consideran la anidación como el comienzo de la vida humana personal descartan totalmente el posible efecto abortivo de la pastilla, ya que actúa antes de la anidación, y, por ello, la catalogan simplemente como anticonceptiva.
En otras palabras, se plantea la pregunta por el comienzo de la vida humana personal,
o el estatuto embrionario. ¿A partir de qué momento, en el proceso lineal del desarrollo embrionario, se da una vida humana personal? ¿Cuándo adquiere el embrión humano el estatuto de persona? No existe duda biológica sobre la condición humana del cigoto, porque en el momento de la fecundación surge, a partir de dos realidades previas distintas (el espermatozoide y el óvulo), una realidad nueva y distinta (el cigoto) con una potencialidad propia y una autonomía genética, ya que, aunque depende de la madre para subsistir, su desarrollo se realiza acorde con su propio programa genético, que es específicamente humano.
Pero, la pregunta que se plantea es cuándo se puede considerar la vida humana, que
ya ha empezado, como una persona. Y esta es una cuestión más filosófica que biológica, que abordaremos en detalle más abajo. La Organización Mundial de la Salud (1994) niega al embrión su carácter personal durante toda la fase preimplantatoria (los primeros catorce días después de la fecundación). Por el contrario, la Iglesia Católica defiende el respeto debido al embrión, como persona, desde el momento de la fecundación, al momento de la fusión de los pronúcleos masculino y femenino.
La postura que confiere al cigoto un estatuto equivalente al de persona humana se
fundamenta en la siguiente línea de argumentación: el cigoto es una célula totipotencial que contiene toda la información genética y, por ello, en su ulterior desarrollo no existen ni saltos ni cambios cualitativos (un proceso continuo). El cigoto contiene toda la potencialidad necesaria y la información correspondiente para devenir un sujeto humano adulto (y no cualquier sujeto sino tal sujeto concreto); es decir, es un sujeto con su propia existencia independiente y con sus propias características que lo distinguen de todo otro.
Cf. JOUVE N., Explorando los genes. Del Big-Bang a la nueva biología, Madrid-España 2008, p190 ss. Ugarte es enfático al sostener que si el embrión no es ser humano desde el estado de cigoto, tendría que haber en él un cambio de naturaleza biológica debido a una causa exterior que lo transformase de no humano en humano, añadiéndole algo a tal efecto (UGARTE J., El Derecho de la Vida. El derecho a la vida. Bioética y Derecho, Santiago de Chile, 2006, p. 235).
Por el contrario, la tesis que favorece al blastocisto (embrión implantado) como el
momento de la vida humana personal se basa en tres postulados: la individualidad (individuación), la precariedad (inestabilidad) y la información exógena. Los fenómenos pre-implantatorios de gemelación (gemelos monocigóticos) y de quimerismo (fusión de dos cigotos) ponen en duda la individualidad (unicidad y unidad) de un embrión humano hasta los catorce días desde la fecundación. Las elevadas pérdidas de embriones (alrededor del cincuenta por ciento) que ocurren naturalmente durante la fase pre-implantatoria demuestran la precariedad de esta etapa. Por último, se sostiene que el cigoto por sí sólo no posee toda la información requerida para ser un determinado sujeto, ya que existen moléculas (aminoácidos, lípidos, hidratos de carbono, algunas hormonas, etc.), producto de biosíntesis enzimática, que completan y determinan esta información genética que ya lo constituyen como humano; por tanto, la dotación genética del cigoto requiere del medio materno, ya que por separado resulta insuficiente para la constitución de un nuevo ser humano personal, debido al hecho de que el cigoto hace posible la existencia de un ser exclusivamente humano pero no de un determinado sujeto.
Retomemos algunos de los debates señalados arriba. ¿Se puede negar el carácter
individual del embrión? La negación del carácter individual del embrión tuvo su origen en el australiano Norman Ford Según él un individuo humano definitivo no puede comenzar sino una vez que ha perdido la capacidad de separarse y originar entidades individuales aparte, y esto, según Jeanne McLaren, no sucede hasta el día 14 después de la concepción. Hasta antes de ese día no se podría hablar de embrión, sino de pre-embrión o pro-embrión.
A la base de la posición anterior está la confusión entre individuo e indivisible.
Individuo no significa en ningún caso indivisible. Incluso en los casos de gemelismo monocigótico, tras la separación accidental de las células o grupos de células, lo que era un embrión que hubiera constituido un individuo único, pasa a constituir dos realidades individuales.
¿Se puede negar la autonomía genética del cigoto? Quienes niegan la autonomía
genética del cigoto se basan en la dependencia del genoma del embrión respecto del
Cf. FORD N., When did I begin Conception of the human individual in history, Cambridge University Press 1988.
Cf. LCADENA J.R., “Consideraciones genético-biológicas sobre el desarrollo embrionario humano”, en Genética Humana, ed. C. Romeo Casabona. Universidad de Deusto. Fundación BBV, Bilbao 1995, pp.77-103.
Por ejemplo Alonso Bedate. Cf. BEDATE A., “El cigoto ¿es o no una persona?”, en Labor Hospitalaria (1990), p. 231.
genoma de la madre, sin cuya relación podrían surgir molas hidatiformes Esta argumentación supone que para que se despliegue el desarrollo embrionario desde el cigoto, harían falta algo más que los genes del propio embrión, lo que implica la necesidad de completar la información constitucional del ser humano con los elementos epigenéticos.
No desconocemos que, además de los genes, existen los factores extragenéticos
dentro del mismo cigoto que influyen en el desarrollo embrionario (por ejemplo, los mensajes genéticos maternos o paternos transcritos en ARN mensajero o traducidos en proteínas almacenados en el cigoto). También es cierto que en la marcha del desarrollo influyen otros elementos extracigóticos, que entran en el citoplasma del cigoto desde el exterior, procedentes del cuerpo de la madre. Es el caso por ejemplo de las hormonas maternas. Sin embargo, nada justifica esas disquisiciones biológicas entre un antes y después de la anidación, cuando hay algo como el genoma individual que no cambia ni antes ni después y es de lo que depende el desarrollo. El programa genético presente desde la fecundación no varía en ningún momento del desarrollo. En otras palabras, un ser humano es el mismo, genéticamente hablando, independiente del útero en que se implante o del seno materno que lo gestase, pues con la anidación comienza el embarazo, pero éste no es el inicio de la vida humana.
Por otro lado, existen también quienes niegan la condición humana del embrión hasta
el día 14, porque ese día aparece el esbozo del sistema nervioso central, la línea primitiva, que será el centro organizador del organismo. Sin embargo, habrá que insistir una vez más que este paso, igual que todos, obedece a las órdenes de expresión de los genes que codifican las proteínas propias de las células del sistema nervioso. Consideraciones bioéticas
Una de las mayores discrepancias entre biólogos, filósofos y teólogos tiene que ver
con el estatuto ontológico del embrión humano: ¿es o no persona? Existen quienes participan de una corriente filosófica dualista, según la cual el término persona debe decirse del ser humano que posea ciertas manifestaciones de humanidad. ¿Cuáles son esas manifestaciones o indicadores? El americano Tristram Engelhardt jerarquiza a los humanos en función de la autoconciencia o libertad. Para este autor los seres humanos adultos competentes -no los mentalmente retrasados- tienen una categoría moral intrínseca más elevada (es decir, tienen mayor dignidad, son personas por antonomasia) que los fetos o los
Embriones que comienzan su desarrollo como si fuesen normales pero que no progresan al no formarse los tejidos embrionarios.
Cf. ENGELHARDT H., Los fundamentos de la bioética, Paidós, Barcelona 1995.
niños pequeños. Diferencia entre lo que somos como personas y lo que somos como seres humanos, y la diferencia está en la capacidad reflexiva y manipuladora. Esta escuela de pensamiento es la que ha llevado a las mujeres a sentirse dueñas de sus fetos, o a los padres a sentir lo mismo respecto de sus embriones. Los fetos y embriones no serían persona hasta que no sean entidades conscientes o se les reconozca la categoría personal. Incluso más, perdería la condición de persona un individuo bajo anestesia o en estado de coma.
Otro de los exponentes más extremos de este dualismo es el australiano Peter Singer,
Profesor de Bioética de la Universidad de Princeton. defensor de una visión sensitiva ante la vida, piensa que el hombre no debe ser considerado con más derechos individuales que otros animales en la escala zoológica. Ser persona significa poseer autoconciencia, razón, autonomía y capacidad de sentir placer y dolor. Por lo tanto, no serían persona los seres humanos disminuidos psíquicos, en estado de coma o minusválidos. En esta postura se basa la destrucción de embriones, aborto y eutanasia.
Como consecuencia de estos principios, ampliamente aceptados por los sectores
progresistas de la sociedad, se han configurado legislaciones en favor del aborto y utilización de embriones humanos. Frente a esto insistimos en la evidencia científica que de que el embrión merece el calificativo de humano persona desde la concepción, “tanto por su singularidad biológica y genética, como por la forma dinámica y continua en que la biología celular y la embriología nos han demostrado que tiene lugar el desarrollo, como por la existencia de una realidad corporal inequívocamente humana. Por otro lado, y desde la filosofía, el mayor aporte sobre el estatuto ontológico del embrión ha venido de Xavier Para él, la personalidad se va configurando a lo largo de la vida, se va haciendo o deshaciendo, incluso rehaciendo durante el aprendizaje y la adquisición de experiencias después del nacimiento, como consecuencia de la interacción genotipo-ambiente. La persona, en cambio, es punto de partida, puesto que no puede tener personalidad quien no fuera ya estructuralmente persona. Pero a diferencia de la personalidad, la persona no se pierde por carecer o dejar de tener tales o cuales cualidades. A este carácter estructural de la persona, Zubiri lo llama “personeidad”, distinguiéndola de la personalidad. En el sistema germinal, además de los constitutivos físico-químicos, están todas las notas psíquicas, inteligencia, sentimiento, voluntad., es decir, la personeidad.
Cf. SINGER P., La liberación animal, Trotta, Madrid 1999.
Cf. ZUBIRI X., Sobre el hombre, Alianza, Madrid 1986; Estructura dinámica de la realidad, Alianza, Madrid 1989. Elementos para el discernimiento
Una decisión es influenciada por el contexto en la cual se asume. Por ello, resulta
importante tomar conciencia de este entorno que otorga matices de significados a la decisión. Ahora bien, el debate sobre la píldora del día después acontece en una cultura que ha sufrido un cambio con respecto a su comprensión y vivencia de la sexualidad, como también en un momento de impresionantes avances y conocimientos médicos.
Si anteriormente se tendía a identificar sexualidad y fecundación (reduciendo la
sexualidad al sexo y esto tan sólo en función de tener hijos), ahora se ha pasado al extremo opuesto porque, más bien, existe una separación entre ambos (desligando el sexo de la sexualidad con la clara intención de no abrirse a la posibilidad de la fecundación). De hecho, se habla de sexo seguro o sexo protegido. Una seguridad que busca protegerse de la posibilidad de engendrar vida. Asimismo, la anti-concepción (la preocupación explícita para evitar el embarazo mediante la intervención humana) ha llegado a considerarse como lo normal y, paradójicamente, lo natural; las consideraciones ecológicas a favor de la defensa de la naturaleza no tienen cabida en este ámbito.
La sexualidad no se puede reducir a la fecundación, ya que dice relación a la
condición de toda persona humana de ser varón o mujer, pero tampoco se puede desentender de ella porque el sexo es una expresión de la apertura hacia el otro que genera vida en todo sentido. Vida y sexualidad están íntimamente relacionados, porque su realización plena consiste en un amor creativo. Reducir el sexo a un gesto cualquiera es robarle su significado más profundo.
Por otra parte, el avance en el conocimiento médico no puede centrarse en la pura
funcionalidad sin considerar debidamente los efectos y las consecuencias. Se requieren más investigaciones para precisar mayormente las nuevas preguntas que la misma ciencia ha suscitado. Evidentemente, la vida es un proceso y siempre resultará difícil encontrar el momento exacto de su inicio (elemento de continuidad que dificulta fijar con exactitud el antes y el después), pero este problema tampoco puede significar contentarse con imprecisiones que traicionan el mismo espíritu científico.
Esto tiene particular relevancia cuando el tema en cuestión es la vida humana. Es el
primer derecho humano. No se está hablando de un simple problema ni de una dificultad cualquiera, sino de la vida misma. Por ello, las preguntas suscitadas no pueden ser reducidas a problemas puramente técnicos o científicos porque una respuesta adecuada requiere de la interdisciplinariedad. No sería correcto limitarse a la argumentación científica para demostrar la presencia, en la materialidad biológica, de una realidad que es más que simple biología. No corresponde reducir la persona humana a una definición biológica, pero
tampoco se puede prescindir del hecho de que, cualquiera que sea la definición de persona, el cigoto es una entidad biológica generadora por sí misma de un proceso humano. Por tanto, el valor ético del cigoto viene dado por su carácter de ser la célula iniciadora del proceso embriológico. Es el derecho de nacer. Si la ciencia contribuye con los datos esenciales, la reflexión filosófica y teológica aportan el horizonte de significado que califican de humana una realidad biológica.
El debate sobre la píldora del día después no puede reducirse a un problema político-
partidista, porque constituye una preocupación a nivel de política de Estado; tampoco es un tema exclusivo de la mujer, porque todos los participantes en un acto tienen que asumir su responsabilidad; la justa reivindicación por el ejercicio de la libertad tiene un claro límite en el respeto por la vida del otro; el legítimo respeto por las diferencias no puede confundirse con un ambiente de indiferencia. Es importante discutir y dialogar sobre las diferencias con la clara intención de buscar la verdad más honda, porque la postura de que cada uno haga lo que le parezca, a lo largo, dana profundamente a la sociedad, al quitarle los pilares sobre los cuales se pueda construir la convivencia dentro de un proyecto común, especialmente cuando es el valor de la vida que está de por medio.
Este debate público será fructífero si cada parte acude al arte de la persuasión, por
encima de la imposición desconfiada y la condenación descalificadora, porque trata al otro como un adulto ético recurriendo a un discurso razonable y respetando su particular creencia. Pero esto no puede significar ocultarse detrás de la categoría de adulto sino implica el esfuerzo honrado de buscar la verdad. Tampoco resulta convincente apoyarse en lo que pasa en otras latitudes o en otros grupos sociales, porque la primera pregunta es si está bien lo que acontece en otros lados (espaciales o sociales).
La condición de adultos, hombres y mujeres, implica asumir la responsabilidad por su
capacidad de engendrar vida, y, al mismo tiempo, aceptar a los hijos no como consecuencias de su sexualidad sino como personas deseadas, como ocurre mayoritariamente. Por el o, la acción ante los embarazos no deseados apunta prioritariamente a una respuesta educativa y de apoyo social (como las casas de acogida, y la ayuda económica y psicológica). No dejan de interpelar las palabras de Juan Pablo II, cuando puntualiza que “está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión
Year report 2003 Work Package 5.3 – National Tissue Microarray Center page • Research groups using the facility and staff • SCIENTIFIC GOALS AND RESULTS 1. Perform a pilot demonstration project regarding the efficient and accurate assembly of tissue arrays using computerized, robotic array systems. • Robot installed August 2003. Now fully functional and
dynamic phase diagram of possible behav- 1. Schal er, V., Weber, C., Semmrich, C., Frey, E. & Bausch, A. identical E. coli cells arise over time under the iours of the filaments. Just how universal this Nature 467, 73–77 (2010). selective pressure imposed by the presence of diagram will be — whether it describes the 2. Joanny, J. F. & Prost, J. HFSP J. 3, 94–104 (2009)